El contexto socio-histórico de México ha sido fuertemente condicionado por las olas de violencia y de inseguridad a nivel local. Por un lado, las violencias múltiples, criminal, política y estructural, aceleran las desarticulación de comunidades e impiden que lazos colectivos sean fructíferos para procesos de cohesión social y prácticas políticas emancipadoras. Por otro lado, los procesos de de-solidarización se conectan con procesos de re-solidarización. Mientras que el ámbito rural marginado ha sido investigado con importantes contribuciones sobre las autonomias indígenas, formas alternativas de lo político o movimientos comunales, las zonas urbanas y semi-urbanas no cuenta con el mismo corpus de investigación. El caso de Milpa Alta, en la Ciudad de México, es uno de los espacios semi rurales donde la vida comunal, las prácticas territoriales, la propiedad colectiva de tierra y la institucionalización política en la Alcaldía están en constante fricción. Las resistencias durante el siglo XX hasta los recientes acontecimientos frente al nuevo Programa General de Reordenamiento Territorial (PGOT) han estado marcadas por las amenazas al territorio comunal y las presiones por la capitalización de la tierra. Aunque inscrita en su contexto histórico situado, Milpa Alta ofrece perspectivas vitales sobre la experiencia de otras comunidades que se enfrentan a la tala ilegal en México.
